Existen momentos que uno quisiera olvidar, no recordar jamás,
aquellos que despiertan esa rara sensación de odio hacia el club que ama.
Recordar con rencor a aquel que le transmitió ese “amor” por los colores. Sin
embargo, uno no cambia de parecer, no deja de ser “hincha”, ni siquiera lo es
en menor medida. Las posteriores glorias, los pequeños triunfos, o incluso el
esperar por ellos, hacen que uno siga firme, ahí. A esos “momentos” queremos
recordar.
Cada club tiene “fondos” diferentes, por más parecido que sea el sentimiento
del hincha, hay situaciones incomparables, de las cuales no vamos a hacer un
ranking, solo mencionar alguna de ellas.
Un claro ejemplo es el Descenso. Perder la categoría es diferente para todos
los equipos; pero indudablemente para los denominado “grandes” es mucho peor.
Esa mancha es muy difícil de superar, quizás únicamente si el tradicional rival
pasa por lo mismo. Las copas, los clásicos, las ligas, los torneos, nada se
compara al hecho de perder la categoría. Los ejemplos más recientes y
mediáticos son los de River, Independiente y Palmeiras. Pero en la historia
hubo miles que se fueron por amargo, puto y cagón horrores dirigenciales o por choreo
que hasta el día de hoy dicen presente en alguna canción o trapo.
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Lo vivi. Si, fue doloroso |
Estas al borde del “listo, más bajo no podemos caer” y Sandoval tira una
bicicleta y patea un tiro libre; o te dicen que Rinaldo
Cruzado se queda seis meses
más. Es decir, los jugadores también son un claro síntoma de que estas tocando
fondo. El traspaso, los fichajes, las novelas, la fruta, los retornos, los
ofrecidos, los caídos, los Novick, y todas esas cosas que solamente suceden en
Peñarol. Pero más aún, las renovaciones, ese es el punto que, personalmente,
más rabia me provoca. Esa necesidad de tener que padecer otros seis meses (a
veces un año) a un sujeto que ya no puede ver sin anteojos, que ya no solo
peina canas, no tienen cabello, que su transferencia solo es posible si se lo
adhiere a Lio, Cris, o con un “Minuto Animal” para llenar el chango en Tata.
Pero las renovaciones no son todas malas, obviamente muchas de ellas son
indiscutibles, deben realizarse sin lugar a dudas. Estamos discutiendo acerca
de aquellos que ya cumplieron su ciclo como dos o tres veces, y lo infame que
resulta la justificación que pretenden darle alguno dirigentes, o el pedido de “ciertos” hinchas, produce más enojo. Ejemplo,
“tiene experiencia y conoce la casa”, eso es motivo suficiente para renovarle?
Si conoce la casa que la limpie o que le diga al próximo donde están las
toallas y se vaya, verdad Larry?
Otro hecho que uno pretende olvidar por el aborrecimiento que le produce, son
las formas de la derrota, incluso sin ser derrotado.
Ejemplos claros y recientes son las goleadas o las remontadas, más que nada en
partidos clásicos, ante el tradicional rival. Perder es una de las posibilidades
y por más que duela, uno no puede obviarlo, pero a veces es más doloroso la
forma que el resultado en si mismo.
Por último, queremos destacar a la indumentaria y en este punto haremos
hincapié. A lo largo de la historia, es muy probable que haya habido alguna
camiseta que hayas odiado, que nunca hubiese pensado que tu club podía lucirla.
Ejemplos sobran, pero nos quedamos con la de CAVA (Victoriano Arenas), una obra
de arte. La peor camiseta en años.
Uno puede entender a Belgrano de Córdoba y su extenso homenaje al “Potro” Rodrigo, pero lo
de CAVA es algo realmente impactante, digno de reconocimiento.
Es imposible pedirle
a tus jugadores corazón, garra, compromiso, cuando en su pecho está tatuada la
imagen de El Gitano... basta con solo vestirla, mi apretado abrazo es para
todos los jugadores de Victoriano que supieron lucirla.
CUESTIONARIO #2
A los ídolos... ¿se los cuida?
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